miércoles, 2 de julio de 2014

El Puente

Cuando el pueblo se fundó en 1933, luego de masacrar a los indígenas de la zona, el puente quinta, que unía las dos poblaciones principales, se convirtió rápidamente en cuna de leyendas y mal augurio.

Todo empezó en el tercer día de inauguración, donde se celebraba el éxito de la construcción. Los habitantes, en su mayoría inmigrantes, festejaban con cerveza y música. Había una especie de catarsis colectiva, producto de los tres años, duros años, en que tomó construir el anhelado pueblo, la algarabía llevaba ya tres días, bajo un intenso sol y cálidas noches.

Hubiese durado aún más, pero en la tarde, del tercer día, se encontraron los restos de un niño, once años, específicamente, encontraron el tórax, el cual se encontraba de espaldas, verticalmente sobre la madera del puente y a punto de caer desde el borde al río.

Lo que más impactó a la población, aparte de la brutal muerte, y la falta de extremidades, fue el rostro del niño, la boca abierta, ojos en blanco. Si el terror tuviese rostro humano, sin duda sería el de aquel pequeño.

Pronto se iniciaron expediciones, para encontrar al culpable de aquella macabra escena, al principio se culparon a los indígenas, a muchos de los sobrevivientes, que servían de esclavos, se les obligaba a confesar el crimen, después de una larga jornada de torturas, la verdad que querían los inquisidores salía a la luz.

A muchos se les condenó a la hoguera, la cual se celebraba en la plaza pública y daba cierto alivio a la población, que creía, en cada ejecución, que la persona desfigurada y derretida por el fuego era el verdadero culpable y que la pesadilla acabaría. Pero el alivio terminaba cuando nuevamente se encontraban restos humanos en el puente, a veces identificables, a veces no tanto y muy pocas veces no se sabía si los restos correspondían a personas o animales.

Luego de varios meses, de búsquedas, torturas, acusaciones y arrepentimientos, la población tuvo la certeza de que no se trataba del crimen de algún lunático, algún enfermo carente de empatía por el prójimo. Cada miembro, cada ojo, brazo o tórax encontrado en el puente, iba lentamente deshumanizando al enigmático asesino. Las viejas del pueblo se lo atribuían al Diablo, los conservadores, al castigo de Dios.

Varias expediciones salieron durante el día a investigar bajo el puente Quinta, desafiando el río, acariciando las imperfecciones del terreno, poco a poco se formó en torno al puente una especie de fuerza invisible, que infundía temor en la población, los niños ya no podían transitar solos, y de noche, solo los valientes se atrevían a pasar por él. Algo se alimentaba allí, bajo el sonido hipnótico del río, soportando el frío de las noches, algo comía allí, y se alimentaba de gente.

Para la primavera de 1937, formalmente se documentaron los restos de 125 personas, todas muertas en el puente, ninguna en la orilla del río, ninguna cerca de allí.

La solución fue simple, el pueblo se estableció en otro lugar ¿Qué fue de la criatura?, hombre animal u otra cosa, nadie lo sabe, quizás murió de hambre, quizás se largó, al igual que toda la población, buscando otros puentes en los que alimentarse, quizás sigue allí y tal vez solo tal vez, aun espera los solitarios pasos de algún perdido desdichado.

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